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Delarra. Entre el viento de las plazas
Sus obras, monumentales o sobrias, están ahí para confirmar la dimensión de la poesía de su mano y para asegurarnos que no puede haber partida ni muerte para el artista que con tanta pasión las creó para todos.
José Delarra, artista que, desde hace mucho, llegó para incluirse en la extensa galería de los grandes escultores cubanos —Agustín Cárdenas, José Sicre, Rita Longa, Florencio Gelabert, Juan Quintanilla…—, vuelve a regresar junto a nosotros, gracias esta vez a nuestro amigo común, el periodista Orlando Ruiz Ruiz. Aunque, bien mirado el asunto, no pienso que José Delarra se haya marchado alguna vez. Y no es metáfora. Lo juro. Sus obras, monumentales o sobrias, están ahí para confirmar la dimensión de la poesía de su mano y para asegurarnos que no puede haber partida ni muerte para el artista que con tanta pasión las creó para todos.
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