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Casas del Vedado
En Casas del Vedado — libro que la situó en el epicentro de la cuentística cubana de los años ochenta— la imagen del hogar, la ciudad y la memoria a través del espacio literario en la escritura femenina cubana continúa, con intensidad prodigiosa, el desarrollo iniciado [por la poetisa cubana Dulce María Loynaz] con [su novela] Jardín. Pero su sentido no es ya el de la construcción de un mundo en el cual la mujer ocupe un lugar de concentrada luz; se ha pasado, ya, a los albores de la posmodernidad, a conformar un sistema de ambigüedades espaciales, de transposiciones múltiples gracias a los cuales los personajes y el espacio intercambian roles...
En Casas del Vedado — libro que la situó en el epicentro de la cuentística cubana de los años ochenta— la imagen del hogar, la ciudad y la memoria a través del espacio literario en la escritura femenina cubana continúa, con intensidad prodigiosa, el desarrollo iniciado [por la poetisa cubana Dulce María Loynaz] con [su novela] Jardín. Pero su sentido no es ya el de la construcción de un mundo en el cual la mujer ocupe un lugar de concentrada luz; se ha pasado, ya, a los albores de la posmodernidad, a conformar un sistema de ambigüedades espaciales, de transposiciones múltiples gracias a los cuales los personajes y el espacio intercambian roles, como en un diálogo difícil y desgarrador, donde la realidad —la efectiva existencia, tranquilizadoramente delimitada en otredad— queda para siempre desquiciada, y en su lugar se instala la duda, la tormentosa pregunta de cuál es el sitio estable de la memoria y cuál el de la vida, efectiva y mortal, de los seres y su entorno. Con este libro, su autora se convierte en cronista implacable de uno de los barrios de mayor connotación histórica y cultural de La Habana
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